Ernestina entre trinos y laureles

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    Bajo el tenue sol, con la fuerte y helada brisa, acompañada de su infaltable ruana, Ernestina Duarte empieza a recorrer lentamente el patio de su casa ubicada en la vereda Peñas en el municipio de Guachetá. Allí, décadas atrás, en estas fértiles y buenas tierras se cultivaba papa, trigo o arveja.

    Las cosechas jamás permitieron que la frontera agrícola avanzara, por eso la finca El Salitre de casi 20 hectáreas, cuenta con 7.6 hectáreas de un ecosistema casi intacto, que tiene repleto de encenillo y laurel, dos especies de árboles nativos que sirven como albergue a cientos aves como mirlas y torcazas, que cuando hay semillas de laurel, no dejan de comerlas, mientras deleitan a Ernestina con sus melodiosos trinos.

    La familia Duarte Duarte creció recorriendo cada espacio de la finca, despertando cada mañana con el dulce trinar de las aves, impregnando de calidez la mañana, esa que acompañan con una buena taza de tinto o café negro, que les da la vitalidad necesaria para emprender las tareas diarias en la labranza, alimentando animales, ordeñando o saliendo a cumplir con las jornadas escolares.

    Por eso, además de plantar por las semillas y conseguir las mejores cosechas, Ernestina junto a su familia decidieron dejar al natural y sin intervención una extensión de El Salitre y destinarlo a la conservación, sin saberlo, solo decidieron cuidar el “monte”.

    Pero la fuerza que acompaño a Ernestina y a su esposo desde niños, esa misma energía propia de los campesinos que diariamente labran la tierra con sus manos, con la cual le arrancan la mejor productividad al suelo, empezó a decaer hace unos tres años atrás cuando se vieron inmersos en un ataque con arma de fuego por desconocidos, quienes a mansalva les propinaron varios impactos de bala.

    “Por eso ahora camino más despacio que nunca, mi hija me acompaña a todo lado, no me deja sola, pero hoy puedo decir que un milagro de Dios me tiene aquí viva y en pie. Ahora con más calma solo puedo ayudar en los oficios de la casa”, dice con la voz entrecortada Ernestina, mientras su dulce mirada se pierde observando la vegetación.

    En medio de la fatalidad y aún en recuperación, Ernestina empezó a hacer parte del proyecto Banco2 un programa de Pago por Servicios Ambientales – PSA al cual la CAR Cundinamarca está vinculado, en el cual se entregan recursos económicos a campesinos y dueños de parcelas a través de una cuenta de ahorros, dineros que son pagados por personas naturales o empresas que deciden hacer sus aportes como compensación ambiental. Hoy los dineros que mensualmente llegan al banco de esta mujer de Guachetá, son destinados para pagar gastos de transporte, medicamentos y alimentación.

    Sin dejar de repasar cada árbol que alcanza a divisar en la distancia, Ernestina resalta que conservar ayuda a la protección de los recursos naturales, “es necesario cultivarlos y cuidarlos en especial porque ahora no se cocina con leña, no es necesario tumbar los palitos para la cocina, por el contrario, es urgente que entre todos ayudemos a cuidar lo que Dios nos regaló”.

    Tomado de: Sala de prensa CAR

     

     

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