Son ellos los defensores de la naturaleza, los territorios y las áreas naturales que, bajo la excusa del desplome de la economía gobal, pueden recibir una arremetida de destrucción. Ante el avance del nuevo coronavirus en América Latina, los más vulnerables son los pueblos indígenas, que representan casi el 10% de la población. Una América Latina donde, además, según la ONU, tres de cada 10 personas en pobreza extrema son indígenas. Más de la mitad de los indígenas mayores de 35 años en el mundo padece diabetes. También son altos los índices de mortalidad infantil, desnutrición, enfermedades cardiovasculares y respiratorias. En varios medios internacionales, como The Guardian, advierten que “si el virus entra a las diferentes comunidades indígenas la devastación será total”.

Para el movimiento global Survival International, el problema viene de antes. En un informe titulado “El progreso puede matar”, que estudia el tema en los cinco continentes, concluyen que hay varias cuestiones esenciales en relación a la salud de los pueblos indígenas: que se respeten sus derechos territoriales, que puedan conservar sus tradiciones, que no se les imponga “el progreso” impidiendoles continuar su modo de vida y que tengan acceso a unos sistemas de salud que sean cuidadosamente concebidos por y para ellos. “Los pueblos indígenas que controlan su propia tierra están más sanos y gozan de una mejor calidad de vida que aquellos que han sido expulsados de sus tierras y a los que se les ha impuesto el ‘desarrollo’ “, afirma Fiore Longo, directora de la oficina de Survival en París y Madrid. Para Longo, cuando se expulsa a los indígenas fuera de sus tierras y cuando se les roba sus recursos, muchos indígenas terminan viviendo en poblados pobres en las ciudades, marginalizados y empobrecidos. Su salud y su bienestar se desploman. Sufren enfermedades mortales que nunca antes habían conocido. Se disparan las epidemias como la depresión, las adicciones y el suicidio. Y esto es especialmente verdad para grupos que anteriormente fueron nómadas y que tenían poco o ningún contacto con la sociedad mayoritaria, como es el caso de los nukak en Colombia.

Para Alex Villca, de la La Coordinadora Nacional en Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), en Bolivia, los pueblos indígenas no solo son vulnerables al coronavirus sino a lo que vendrá después: “habrá un hueco grande en la economía global y, por tanto, puede ser una excusa para que se arremeta más contra la naturaleza, los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas donde ellos están”. No solo son un problema la pandemia y sus consecuencias; también, lo que sucede mientras ponemos toda nuestra atención en el avance de la pandemia. La distracción mediática sobre el tema está dejanado espacio para que el asesinato de líderes sociales, varios de ellos indígenas, quede más en el silencio que de costumbre. Desde que inició la cuarentena en Colombia tres líderes sociales fueron asesinados.

Tomado de: Diario El Espectador